lunes, 25 de junio de 2012

4ª sinfonía de Tchaikovsky


Tchaikovsky: Sinfonía nº 4

Finalizada durante el invierno de 1877 en Venecia (¿puede haber una combinación más decadente que inverno nella Serenissima?) la Sinfonía nº 4 en fa menor data del año más crítico de la vida de Tchaikovsky (1848-1893), su malograda boda, su intento de suicidio, el comienzo de la amistad (exclusivamente epistolar) con su mecenas Nadezha von Meck. A petición suya, y a posteriori de su estreno, Tchaikovsky le proporcionó un programa a su sinfonía, un intento literario privado que ha contaminado innecesariamente la obra (en la misma carta declara: “por su misma naturaleza no se presta a este tipo de interpretación”). En vez de transcribir este forzado programa intentaremos señalar la estructura musical. ¿Qué nos impide disfrutar de la música de Tchaikovsky si ignoramos la famosa carta a von Meck?

Obra inestable, de violentos contrastes, tanto dentro de los movimientos, como entre los mismos; de instrumentación tímbrica imaginativa y hábil armónia cromática que la reviste de modernidad. El equilibrio entre la estructura y su peculiar estilo personal, donde lo lírico sobrenada siempre la arquitectura, presenta fisuras en la espesura del tejido sinfónico (a ritmo de ballet) que revelan al tardío romántico, tímido y a la vez profundo que fue Tchaikovsky.
Andante sostenuto-Moderato con anima-Moderato assai, quasi andante-Allegro vivo. El primer movimiento, complejo e innovador, es tan largo como los otros tres juntos, creando una larga sombra en atmósfera y temas. Aunque la base conceptual sea la 5ª sinfonía de Beethoven, su desconcertante riqueza de ideas, tonalidades, desarrollos e interrelaciones, se integran en un novel esquema sonata. La llamada oracular que supone la fanfarria inicial, de abrupta orquestación (trompas y fagotes), es el núcleo de la obra, no sólo temáticamente, sino también en términos dramáticos. Su irrupción cíclica crea una atmósfera obsesiva y consigue una gran solidez estructural, separando cada sección de la sonata. El moderato con anima presenta el primer tema (onírico, cromático y de acentuación sincopada) “in movimento di vals”, llevado alternativamente por maderas y cuerdas sobre un ritmo gemido de vals triste, al que sigue el cadencioso segundo tema en el clarinete, una simple escala descendente de cuatro notas (generalmente fa a do, y que aparecerá más o menos embozada por toda la sinfonía), con ecos por el resto de los vientos, que a su vez es reemplazado por gentiles cuerdas respondidas por un calmo desarrollo del primer tema en las maderas. Los subsiguientes entradas y recapitulaciones (los desarrollos temáticos son reemplazados por contrastes armónicos) son inevitablemente barridas por bruscas reapariciones del tema-fanfarria: Ante la fragmentación del discurso y los continuos cambios de tempo, la forma no puede soportar el tumulto subyacente y se resquebraja (y naufragará definitivamente en aguas mahlerianas). Todo el esfuerzo en este movimiento de proporciones épicas no conduce a ninguna parte, ni melódica, armónica, estructural, emocionalmente... ¿Un puente a ninguna parte? se preguntaba Gustave von Aschenbach; no, puente entre Beethoven y Mahler.

Manteniendo armonía y texturas, Tchaikovsky cambia la escena: 2 Andantino in modo di canzona. Una larga melodía dibujada por el oboe en inconstantes corcheas y libre articulación (“semplice ma grazioso”) sobre pizzicati de las cuerdas, y luego recogida por éstas en una respuesta de mayor urgencia. Un segundo tema de ritmo fuerte pero elástico (la escala de cuatro notas es en esta ocasión ascendente) precede al retorno al primer tema, vagando tristemente de un instrumento a otro –clarinete, oboe, flauta, violines, cellos– para desvanecerse en una última y extravagante exposición por el fagot. Melancolía y nostalgia van de la mano en la utilización vocal, casi operística, de las maderas.

Scherzo: Pizzicato ostinato-Allegro. En el scherzo, formalmente ABA, hay tres veleidosas ideas sin relación entre sí: a) El vertiginoso y juguetón pizzicato sin precedentes en longitud (97 notas), que “emplea un novedoso efecto orquestal, que he ideado yo mismo”, pasando el tema de unos grupos a otros, como un diálogo divertido, frívolo e incitante (scherzo significa broma); b) Un trío para vientos sobre un tema popular danzable, variable y tornasolado, que incluye un solo de flauta piccolo con un nivel técnico de pesadilla (21 notas en tres segundos!); c) En la distancia, una parada militar (que también está basada en la figura de las cuatro notas descendentes) acompasada por los metales, preparando el camino para la compulsión shostakovichiana.

Finale: Allegro con fuoco. Sobre un fondo ruso, del tipo fatalista de Dostoyesky o futil de los personajes de Chejov, se exhibe bruscamente un banal y alegre disfraz cosmopolita. Basado en una canción popular, el sinfonismo folckórico de Tchaikovsky alcanza aquí su clímax, en esta marcha descontrolada que empieza a toda velocidad en medio del alboroto, y que es alanceada finalmente por el lazo narrativo (fanfarria), que regresa para imponerse en catarsis, si bien como efecto dramático más que por desarrollo orgánico. La estridente percusión pasa al primer plano en la coda, que dramatiza en una extrovertida, ruidosa (y falsa) conclusión triunfal, cual escena de gran ópera.


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