jueves, 21 de enero de 2016

Abbado

Hace horas se cumplían dos años del fallecimiento del maestro Abbado.
Poco se puede decir de alguien como el. Creo haber visto más grabaciones suyas que partidos del amigo Ronaldo y eso significa que he aprovechado bien mi tiempo, porque lo ves ante la orquesta provoca unas sensaciones que ningún otro puede transmitir. He percibido paz con Rattle, alegría con Bernstein, tensión con Celibidache y furia con Gergiev, pero es con Abbado con quien más respeto he percibido. Respeto no solo entre músico y director, o entre espectador y director, si no, entre director y la composición. Este hombre sentía cada nota que dirigía.
Como amante de la obra de Mahler que soy, también he recibido mucho por parte de Abbado, sobre todo desde la creación, por su parte, de la orquesta del Festival de Lucerna en 2003, pues jamás disfrutaré como de una quinta de Mahler superior a la que dirigió en 2004, o como la primera en 2009. Pero no era la primera vez que demostraba su admiración por el director nacido en Bohemia. Ya en los sesenta como director invitado de la filarmónica de Viena, interpretó la Segunda sinfonía de Mahler ayudando a otros grandes de la época como Bernstein o Copland a rescatar del ostracismo al Checo y su música, que fue "casi prohibida" (en la Amsterdam ocupada, orquestas judías aun podían tocarla para judíos) por "degenerada".
Como vemos, es mucho el bien que Abbado hizo por la cultura actual y el legado que dejó, como la ya nombrada anteriormente Orquesta del Festival de Lucerna y la orquesta de jóvenes Gustav Mahler.
Lamentablemente sufrió un cáncer de estomago que pintaba muy mal. Quien guste puede ver la grabación de su Requiem de Verdi con la filarmónica de Berlín, que aún siendo su regreso, sonaba a despedida de los escenarios y de este mundo, con un estado físico lamentable y una lucha por aguantar segundo a segundo en pié, pero luchando le ganó más de una década a la muerte hasta el 20 de Enero del 2014.
Solo lamento no haber aprovechado para disfrutarle en directo mientras pude, pero eso si, rara es la semana que no llena mi habitación con al menos un par de sinfonías de Mahler y una tercera de Brahms.
Por último diré que Abbado tenía la costumbre de decirle a los músicos y a la gente con la que solía tratar, que no le llamasen maestro, que le llamasen Claudio, pero para mi siempre será el maestro Abbado.